jueves, 23 de marzo de 2017

Adonis Alexandr Pushkin

Aleksandr Pushkin, poeta de genio universal que revolucionó la lengua rusa rompiendo con la tradición del XVIII. Fuente de la que bebieron todos los literatos rusos desde entonces, su principal obra es Eugenio Onegin.




El cantor

¿Echasteis la voz nocturna junto al soto
del cantor del amor, del cantor de su pena?
en la hora matutina, cuando callan los campos
y el son triste y sencillo de la zampoña suena,
¿no la habéis escuchado?

¿Hallasteis en la yerma oscuridad boscosa
al cantor del amor, al cantor de su pena?
¿Notasteis su sonrisa, la huella de su llanto,
su apacible mirada, de melancolía llena?
¿No lo habéis encontrado?

¿Suspirasteis atentos a la voz apacible
del cantor del amor, del cantor de su pena?
Cuando visteis al joven en medio de los bosques,
al cruzar su mirada sin brillo con la vuestra,
¿no habéis suspirado?


Versión de Eduardo Alonso Duengo


Yo la amé...
Yo la amé,
y ese amor tal vez,
está en mi alma todavía, quema mi pecho.
Pero confundirla más, no quiero.
Que no le traiga pena este amor mío.
Yola amé. Sin esperanza, con locura.
Sin voz, por los celos consumido;
la amé, sin engaño, con ternura,
tanto, que ojalá lo quiera Dios,
y que otro, amor le tenga como el mío.
1829

Versión de Rubén Flórez Arcila

sábado, 18 de marzo de 2017

Ana Ajmátova




Nació un 23 de junio de 1889 en Odessa, Rusia
Fue una poetisa extraordinaria del siglo XIX y pese a que muchos la recuerdan como la esposa de Nikolai Gumiliov, el lugar en la literatura se la ha ganado con honores.
Falleció en la ciudad de Moscú en 1966


Llegué a visitar al poeta 
A Alexander Blok

Llegué a visitar al poeta
exactamente al mediodía, un domingo.
En el cuarto espacioso reinaba el silencio
afuera, en la calle, hacía frío.

Un sol agradable se paseaba
sobre el tupido humo grisazul...
El poeta me miraba fijamente,
en silencio, como un gran anfitrión.

Es mejor ser cuidadosa
y no mirar nunca a sus ojos;
son ojos tan extraños
que jamás se pueden olvidar.

No olvidaré ese encuentro
aquel brumoso mediodía de domingo
a las orillas del Neva
en una casa grande y gris.


Cuando la luna es de melón

Cuando la luna es de melón una tajada en la ventana
y en redor es la calina cerrada la puerta y la casa encantada
por las azules ramas de glicinas y en la fuente de arcilla hay agua fría
y la nieve del paño y arde una bujía de cera
tal que en la niñez, mariposas zumban
la calma, que no oye mi palabra, retumba
entonces de lo negro de rincones rembrandtianos algo se ovilla de pronto
y se esconde allí a mano, pero no me estremezco, ni me asusto siquiera...
la soledad en sus redes me hizo prisionera
el gato negro el alma me mira, como ojos centenarios
y en el espejo mi doble es tal vez mi contrario.
Voy a dormir dulcemente, buenas noches, noche.


La musa 
Cuando en la noche oscura espero su llegada,
se me antoja que todo pende de un hilo.
¿Qué valen los honores, la libertad incluso,
cuando ella acude presta y toca el caramillo?

Mira, ¡ahí viene! Ella se echa a un lado el velo
y se me queda mirando larga y fijamente. Yo digo:
"¿Has sido tú la que le dictó a Dante las páginas
sobre el infierno?"
Y ella responde: "Yo soy aquella."

sábado, 11 de marzo de 2017

MUQADDAM IBN MUAFÁ AL QABRÍ (

MUQADDAM IBN MUAFÁ AL QABRÍ (Ben Mocádem o Muqadam de Cabra), llamado también el "Ciego de Cabra" o "El Vidente", nació alrededor del año 912. Creador de la Moaxaja e introductor de la Jarcha en la Moaxaja. Según algunos autores, inventor del Zéjel y, por correlación, del Villancico. Al Qabrí murió en el Siglo XI.





Cómo me entristece la paloma del valle 
que se balancea sobre una rama trémula y tierna! 
Juega porque nunca sufrió la altanería de Zaynad, 
ni la aparición constante de su imagen en sueños. 
No esperes vivir, si Zaynad te ha roto el corazón, 
porque no se puede vivir sin corazón.




Ella 

Era una mujer tan bella
que si a la Luna en los cielos
se le hubiera preguntado
sobre su naturaleza,
el astro habría respondido:
"Soy un destello de ella".


Mi corazón se va de mí.

Mi corazón se me va de mí.
¡Oh, Dios! ¿Acaso se me tornará?
¡Tan fuerte mi dolor por el amado!
Enfermo está, ¿Cuándo sanará?




¿Qué haré o qué será de mí?
¡Amigo mío,
no te apartes de mí!








miércoles, 8 de marzo de 2017

Antiguos poemas celtas






Canto a Éire




(Canción de Amergin, año 1.268 antes de Cristo)

Invoco a la dulce tierra de Éire
bañada por el pródigo océano de luz.
Fértil es la montaña colmada de fruta,
fruta esparcida por el bosque de lluvias,
de lluvia es el río de cascadas,
cascadas junto al lago de profundo lecho,
Hondo es el pozo de la cumbre,
una hondonada de tribus es la asamblea.
Una multitud de reyes es Tara,
Tara es la colina de las tribus milesias,
Las tribus milesias de los descendientes de Míl,
de Míl el de los barcos formidables,
Como un barco formidable es la dulce tierra de Éire,
dulce tierra de Éire cantada con misterio,
y conjuro de gran conocimiento,
la gran ciencia de las esposas de Bres,
las esposas de Bres de Buaigne
pero a la inmortal diosa Éire,
Eremon la ha enamorado.
Yo, Amergin, la invoco.
Invoco a la dulce tierra de Éire.





Tara




(Poema de Fintan, -o Fionntán-, siglo V, de quien se dice que vivió
5.500 años, bajo> la forma de salmón, águila y halcón).

Tara Breg, ¿por qué se la nombra así?
¡Cuál es la respuesta, sabios!
¿Cuándo el nombre se separó de su contenido?
¿Y cuándo Tara decidió seguir siendo Tara?

¿Fue en el tiempo de Partolón en los combates,
o durante la conquista de Cesair,
o con Nemed, el del recio valor,
o con Cigal, de miembros arrolladores?

¿Fue con los Fir Bolg de los grandes barcos,
o con el linaje de los duendes?
¿Decid con cuál de estas invasiones

Tara transmitió su antiguo conocimiento a Tara?
Oh Duban, oh Findchad de espíritu generoso,
oh Bran, oh veloz Cualad,
oh Tuan, oh cinco magnos,
¿Por qué signos se la reconoce a Tara?

En un tiempo fue un gran bosque de avellanos,
en la era del noble hijo de Olicán,
hasta que fue derribado el espeso bosque
por Liath, hijo de Laigne Lethan-glas.

Desde entonces se la llamó Druim Cáin,
la colina a la que venían los grandes hombres,
hasta que llegó la casta Crofhind,
de la hija del célebre Allod.

Cathair Crofhind, sin dilación,
fue su nombre entre los Tuatha de Danaan,
hasta que llegó la justa Tea,
la novia de Éremon, el gigante.

Con altos muros de piedra rodeó su casa
la gran Tea, la del fuerte brillo, hija de Lugaid,
hasta que murió y fue sepultada
al otro lado del muro, y por esto se llama Tara.

El lugar de los reyes fue su nombre,
reinó en Tara el linaje de los milesios
y recibió cinco nombres
desde Fordruim hasta que fue Tara.

Yo soy Fintan, el poeta,
no soy un salmón de un solo río,
aquí fue donde alcancé gran renombre
sobre la sagrada tierra de Tara.




Es cerveza lo que cae cuando llueve


(Poema de Loegairé, siglo V, uno de los reyes de Tara, adversario de San Patricio)

¡Qué maravilla, oh Crimthann Cass!
Es cerveza lo que cae cuando llueve.
Todo ejército en marcha tiene cien mil guerreros:
Y va marchando de reino en reino.

Se escucha la música noble y melodiosa de los dioses:
Se va marchando de reino en reino.
bebiendo en copas brillantes,
y se conversa con quien os ama…

Tengo por mujer mía
a Der Grené, hija de Fiachna.
Y también hay una mujer
para cada uno de mis cincuenta compañeros.

Nos hemos llevado de la llanura de Mag Mell
treinta calderos, treinta cuernos para beber,
Nos hemos llevado el lamento que canta Maer,
hija de Eochaid, el silencioso.

¡Qué maravilla, oh Crimthann Cass!
Es cerveza lo que cae cuando llueve.
Todo ejército en marcha tiene cien mil guerreros:
Y va marchando de reino en reino.




II


¡Qué maravilla, oh Crimthann Cass!
Fui dueño de la espada azul.
¡Una noche entre las noches de los dioses!
Y no la entregaría por todo tu reino.





El mirlo del lago Laíg


(Poema anónimo, siglo VIII)

El pájaro
ha silbado
Desde la punta de su pico
de vivo amarillo
canta su reclamo
wobre el lago Laíg
un mirlo en una rama,
un montón de amarillo.




Epigrama de Áed


(Poema anónimo, siglo IX)

-¿Habéis visto
a Áed de Connacht en el vado?
- Solo vimos su escudo
derrumbado sobre su sombra.



Bran el Bienaventurado


(Poema anónimo, siglo IX)

“Llevo una rama del manzano de Emain,
parecida en la forma a las que ya conoces.
Crecen en ellas ramas de plata blanca
y hermosos capullos de flores cristalinas.

Hay una isla muy lejos de estas tierras,
alrededor de ella brillan blancos caballos de mar.
Dibujando contra las orillas su rastro blanco,
se mantienen sobre cuatro fuertes pilares.

Hay un viejo árbol en flor,
sobre el que alegres pájaros cantan a todas horas
en la más dulce armonía,
combinando su canto para marcar las horas.

Aquí nadie conoce la tristeza,
no existe dureza ni sacrificios aquí,
no hay enfermedad, muerte o dolor.
Tal es la vida del justo Emain,
una vida que no se halla en este mundo.

Aparecen entonces huestes de luz
entre el agua brillante,
remando su nave hábilmente hacia la playa.
donde están agrupados entre círculos de piedras,
y una música dulce y libre se eleva entre ellos.

A través del tiempo,
la muchedumbre reunida canta una canción
que no evoca la tristeza;
cientos de voces, todas a coro,
en conjuro de vida y canción de vida eterna.

Emain habita de muchas formas junto al mar,
tanto si está lejos, como si está cerca,
en brillantes tonos las mujeres pasean,
a la orilla del puro y resplandeciente oleaje.

Y si se escucha la melodiosa voz de las rocas
y los pájaros cantores de la tierra de la paz,
al alcance de la mano, esas mujeres caminarán;
pues todos aquí solo necesitan caminar”.



Frío



(Poema anónimo, siglo IX)

¡Siempre frío!
La más grande tempestad en todas partes;
los arroyos se han convertido en ríos
y cada lago ha quedado rebosado.

Como un magno mar cada lago se eleva,
cada cosa pequeña es una multitud,
las gotas de lluvia son blocas de escudos,
los copos, son pieles de carnero blanco.

Un pozo es cada sucio charco,
Se alza el llano, un bosque es cada páramo;
no hay refugio para las bandadas de aves que tiemblan
y la blanca nieve nos llega a la cadera.

La escarcha ha cortado los caminos
rodeando, artera, el menhir de Colt:
la tempestad se atrinchera por todos lados
y nadie atina más que a decir “¡Frío!”.




La canción de las calaveras



(Poema anónimo, siglo X)

¡Ay, Rey de Reyes,
Rey verdadero de incontables tropas!
Más triste que cualquier otra música
es la música de las calaveras en esta noche fría.

Ven aquí, cráneo de Géagán,
vamos a juntarnos,
es grande la tarea que iniciamos
cantando junto al hijo de Cuilennán.

Éramos tres hermanos anoche,
era grande nuestra fuerza en el ejército,
Aunque esta noche estén nuestros tres cráneos
entonando esta triste canción.

¡Ay, qué gran desgracia!
Es muy breve el lapso entre el domingo y el lunes,
pero es más breve el plazo en que el Rey de las Nubes
puede arrebatar a cada uno la fuerza que tuvo.

A cada uno de nosotros le dio una fruta
el príncipe que mantenía a las mesnadas
comprometiéndonos a hacer sonar
nuestra música lúgubre y triste.

¡Ay, ay!
Cormac cayó en la batalla;
desde que falta su casta en el mundo
ha huido la gloria del rey de Cashel.

Cormac del Túmulo de los Reyes
Reinó sobre el noble Munster;
a todas las órdenes de sus labios obedecieron
lo mismo los fuertes que los débiles.

Es el alba, dejad vuestra música.
¡Ay, ahora debéis marcharos!
Decid adiós por esta noche
y regresad a vuestros cuerpos muertos.









PROMETEO
Revista Latinoamericana de Poesía
Número 93. Noviembre de 2012.



ANTIGUA ORACIÓN CELTA
Que el camino salga siempre a tu encuentro.
Que el viento siempre esté detrás de ti.
Que la lluvia caiga suave sobre tus campos.
Y hasta que nos volvamos a encontrar
que la vida te sostenga suavemente
en la palma de su mano.
Que vivas el tiempo que tu quieras.
Que nunca caiga el techo encima de ti.
Y que los amigos reunidos debajo de él nunca se vayan.
Que el camino se abra siempre a tu puerta.
Que vivas 100 años... con un año extra para arrepentirte.
Que la vida te guarde en su mano...
Y no apriete mucho su puño.
Que tus vecinos te respeten...
Los problemas te abandonen...
Los ángeles te protejan...
Y el cielo te acoja.
Y que la fortuna de las colinas irlandesas te abrace.
Que las bendiciones de San Patricio te contemplen.
Que tus bolsillos estén pesados y tu corazón ligero.
Que la buena suerte te persiga.
Y cada día... y cada noche... tengas muros contra el viento... un techo para la lluvia...
Bebidas junto al fuego... risas para que te consuelen aquellos a quienes amas...
Y que se colme tu corazón con todo lo que desees.
Que la vida esté contigo y te bendiga...
Que veas a los hijos de tus hijos...
Que el infortunio te sea breve... y te deje rico en bendiciones.
Que el camino salga a tu encuentro.
Que el viento siempre esté detrás de ti...
Y la lluvia caiga sobre tus campos...
... ¡Así sea cada año y para siempre!


domingo, 26 de febrero de 2017

Jorge Manrique

Jorge Manrique (Paredes de Nava, Palencia o Segura de la Sierra, Jaén, c. 1440 - Santa María del Campo Rus, Cuenca, 24 de abril de 1479) fue un poeta castellano del Prerrenacimiento, sobrino del también poeta Gómez Manrique. Es autor de las Coplas a la muerte de su padre, uno de los clásicos de la literatura española de todos los tiempos.

Retrato de Jorge Manrique por Juan de Borgoña. 











Coplas a la muerte de su padre

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte 
tan callando,
cuan presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Invocación:

Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores;
A aquel solo me encomiendo,
aquel solo invoco yo
de verdad, 
que en este mundo viviendo
el mundo no conoció
su deidad.

Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.

Este mundo bueno fue
si bien usáramos de él
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquel
que atendemos.
Aun aquel hijo de Dios,
para subirnos al cielo
descendió
a nacer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
do murió.

Ved de cuan poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdamos:
de ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.

Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.

Pues la sangre de los godos,
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
¡por cuan bajos y abatidos
que los tienen!
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.

Los estados y riqueza
que nos dejan a deshora,
¿quién lo duda?
no les pidamos firmeza,
pues son de una señora
que se muda.
Qué bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.

Pero digo que acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño:
por eso nos engañen,
pues se va la vida apriesa
como sueño;
y los deleites de acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
y los tormentos de allá,
que por ellos esperamos,
eternales.

Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.

Si fuese en nuestro poder
hacer la cara hermosa
corporal,
como podemos hacer
el alma tan glorïosa,
angelical,
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora,
y tan presta,
en componer la cativa,
dejándonos la señora
descompuesta!

Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados, 
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.

Dejemos a los troyanos,
que sus males no los vimos 
ni sus glorias;
dejemos a los romanos,
aunque oímos y leímos
sus historias.
No curemos de saber
lo de aquel siglo pasado
qué fue de ello;
vengamos a lo de ayer,
que también es olvidado
como aquello.

¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trajeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿qué fueron sino verduras
de las eras?

¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?

Pues el otro, su heredero,
don Enrique, ¡qué poderes
alcanzaba!
¡Cuán blando, cuán halagüeño
el mundo con sus placeres
se le daba!
Mas verás cuan enemigo,
cuan contrario, cuan cruel
se le mostró;
habiéndole sido amigo,
¡cuan poco duró con él
lo que le dio!

Las dádivas desmedidas,
los edificios reales
llenos de oro,
las vajillas tan febridas,
los enriques y reales
del tesoro;
los jaeces, los caballos
de sus gentes y atavíos
tan sobrados,
¿dónde iremos a buscallos?
¿qué fueron sino rocíos
de los prados?

Pues su hermano el inocente,
que en su vida sucesor
se llamó,
¡qué corte tan excelente
tuvo y cuánto gran señor
le siguió!
Mas, como fuese mortal,
metióle la muerte luego
en su fragua.
¡Oh, juïcio divinal,
cuando más ardía el fuego,
echaste agua!

Pues aquel gran Condestable,
maestre que conocimos
tan privado,
no cumple que de él se hable,
sino solo que lo vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?
¿Qué fueron sino pesares
al dejar?

Y los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
que a los grandes y medianos
trajeron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
que tan alta fue subida
y ensalzada,
¿qué fue sino claridad
que cuando más encendida
fue amatada?

Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza las aterras
y deshaces.

Las huestes innumerables,
los pendones, estandartes
y banderas,
los castillos impugnables,
los muros y baluartes
y barreras,
la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?
que si tú vienes airada,
todo lo pasas de claro
con tu flecha.

Aquel de buenos abrigo,
amado por virtuoso
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
y tan valiente;
sus hechos grandes y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron,
ni los quiero hacer caros
pues que el mundo todo sabe
cuáles fueron.

Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Cuan benigno a los sujetos!
¡A los bravos y dañosos,
qué león!

En ventura Octaviano;
Julio César en vencer
y batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
y trabajar;
en la bondad, un Trajano;
Tito en liberalidad
con alegría;
en su brazo, Aureliano;
Marco Tulio en la verdad
que prometía.

Antonia Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
del semblante;
Adriano en elocuencia;
Teodosio en humanidad
y buen talante;
Aurelio Alejandro fue
en disciplina y rigor
de la guerra;
un Constantino en la fe,
Camilo en el gran amor
de su tierra.

No dejó grandes tesoros,
ni alcanzó muchas riquezas
ni vajillas;
mas hizo guerra a los moros,
ganando sus fortalezas
y sus villas;
y en las lides que venció,
muchos moros y caballos
se perdieron;
y en este oficio ganó
las rentas y los vasallos
que le dieron.

Pues por su honra y estado,
en otros tiempos pasados,
¿cómo se hubo?
Quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo.
Después que hechos famosos
hizo en esta misma guerra
que hacía,
hizo tratos tan honrosos
que le dieron aún más tierra
que tenía.

Estas sus viejas historias
que con su brazo pintó
en juventud,
con otras nuevas victorias
ahora las renovó
en senectud.
Por su grande habilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada,
alcanzó la dignidad
de la gran Caballería
de la Espada.

Y sus villas y sus tierras
ocupadas de tiranos
las halló;
mas por cercos y por guerras
y por fuerza de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de Portugal
y en Castilla quien siguió
su partido.

Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero: 
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta,

diciendo: "Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero,
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os llama.

No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama glorïosa
acá dejáis,
¡aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal
ni verdadera:
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal
perecedera.

El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros.

Y pues vos, claro varón,
tanta sangre derramasteis
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganasteis
por las manos;
y con esta confianza
y con la fe tan entera 
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esta otra vida tercera
ganaréis."

No tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera 
es locura.


Oración

"Tú, que por nuestra maldad,
tomaste forma servil
y bajo nombre;
tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
tú, que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona."

Fin

Así, con tal entender,
todos sentidos humanos 
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
en cual la dio en el cielo
en su gloria,
que aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.






Canción

No tardes, Muerte, que muero;
ven, porque viva contigo;
quiéreme, pues que te quiero,
que con tu venida espero
no tener guerra conmigo.

Remedio de alegre vida
no lo hay por ningún medio,
porque mi grave herida
es de tal parte venida,
que eres tú sola remedio.

Ven aquí, pues, ya que muero;
búscame, pues que te sigo
quiéreme, pues que te quiero,
e con tu venida espero
no tener vida conmigo.

Judá ben Saúl ibn Tibbón

Judá ben Saúl ibn Tibbón


Estatua de Judá ben Saúl ibn Tibbón en Granada.
Judá ben Saúl ibn Tibbón (1120 – fallecido hacia 1190) fue un traductor judío, médico, filósofo y poeta granadino.






He reunido una gran biblioteca para tu beneficio para que nunca necesites pedir prestado un libro a nadie. Como tú mismo has visto, la mayoría de los estudiantes no dejan de buscar libros que no son capaces de encontrar (...) Mantén tu biblioteca ordenada, para que no necesites buscar un libro. Prepara un listado de los libros de cada estante, y coloca cada libro en su estante correcto. Ten cuidado con las hojas sueltas y separadas de tus libros, porque contienen cosas importantes que yo mismo he recogido y anotado. No pierdas ningún escrito ni ninguna carta de lo que te dejo (...) cubre los estantes con hermosas cortinas, protégelos del agua del techo, de los ratones y de todo daño, porque son tu mayor tesoro.

jueves, 9 de febrero de 2017

Anna Swir ( Polonia, 1909 - Cracovia, 1984


Anna Świrszczyńska, también conocida como Anna Swir, nació en Varsovia, el 7 de febrero de 1909. Poeta y dramaturga. Su mundo poético es muy personal y la temática de su poesía es variada: el amor, la vejez, la enfermedad, la maternidad, el deseo, el erotismo, el rechazo, la añoranza.



Soy torpe

Soy torpe.
Mi torpeza
apesta increíblemente,
como mi piel cuando
no es lavada.


Mi torpeza
apesta
como un gigantesco y salvajísimo
animal, como la hembra
de ese animal.


Sé vivir
solo tanto tiempo
como me permita mamar
su ubre
mi madre, la torpeza.




Ella tiene miedo


Al lado de la mujer
está acostado su hombre.
La mujer tiene miedo
de que él vuelva a matarla.


¿No vas a volver a matarme?
pregunta la mujer.
No te voy a matar, dice el hombre.


Pero ella tiene miedo
de que él vuelva a matarla.


Entonces corre a la ventana y salta al pavimento.
Y ya está a salvo
de bruces sobre el pavimento.
Él ya no volverá a matarla.


Gracias a los zapatos 


Soy poco importante
Jamás lo olvido.
Camino como alguien poco importante,
me siento como alguien poco importante,
me lavo, duermo y como de un modo
absolutamente poco importante.
Esto se debe, parece ser,
a que en la infancia
siempre tuve zapatos rotos.
Gracias a esos zapatos
sin sobresalto daré la bienvenida
en algún momento poco importante
al poco importante hecho de pasar
oficialmente
al estado de poca importancia colectiva.





martes, 7 de febrero de 2017

Versiones del mismo salmo





Capítulo 22: 2 Samuél 22




Salmo de David




22 1 David dirigió al Señor las palabras de este canto, cuando el Señor lo libró de todos sus enemigos y de la mano de Saúl.




2 Él dijo:

Yo te amo, Señor, mi fuerza,

3 Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador,

mi Dios, el peñasco en que me refugio,

mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte,

mi salvador, que me libras de la violencia.




4 Yo invoco al Señor, que es digno de alabanza,

y quedo a salvo de mis enemigos.




5 Las olas de la Muerte me envolvieron,

me aterraron los torrentes devastadores,

6 me cercaron los lazos del Abismo,

las redes de la Muerte llegaron hasta mí.




7 Pero en mi angustia invoqué al Señor,

grité a mi Dios pidiendo auxilio,

y él escuchó mi voz desde su Templo,

mi grito llegó hasta sus oídos.




8 Entonces tembló y se tambaleó la tierra

vacilaron los fundamentos de las montañas,

y se conmovieron a causa de su furor;

9 de su nariz se alzó una humareda,

de su boca, un fuego abrasador,

y arrojaba carbones encendidos.




10 El Señor inclinó el cielo, y descendió

con un espeso nubarrón bajo sus pies;

11 montó en el Querubín y emprendió vuelo,

planeando sobre las alas del viento.

12 Se envolvió en un manto de tinieblas;

un oscuro aguacero y espesas nubes

lo cubrían como un toldo;

13 las nubes se deshicieron en granizo y centellas

al fulgor de su presencia.




14 El Señor tronaba desde el cielo,

el Altísimo hacía oír su voz;

15 arrojó flechas y los dispersó,

lanzó rayos y sembró la confusión.

16 Al proferir tus amenazas, Señor,

al soplar el vendaval de tu ira,

aparecieron los cauces del mar

y quedaron a la vista los cimientos del mundo.




17 El tendió su mano desde lo alto y me tomó,

me sacó de las aguas caudalosas;

18 me libró de mi enemigo poderoso,

de adversarios más fuertes que yo.




19 Ellos me enfrentaron en un día nefasto,

pero el Señor fue mi apoyo,

20 me sacó a un lugar espacioso,

me libró, porque me ama.

21 El Señor me recompensó por mi justicia,

me retribuyó por la inocencia de mis manos,

22 porque seguí fielmente los caminos del Señor,

y no me aparté de mi Dios, haciendo el mal;

23 porque tengo presente todas sus decisiones

y nunca me alejé de sus preceptos.




24 Tuve ante él una conducta irreprochable

y me esforcé por no ofenderlo.




25 El Señor me premió, porque yo era justo

y era inocente ante sus ojos.




26 Tú eres bondadoso con los buenos

y eres íntegro con el hombre intachable;

27 eres sincero con los que son sinceros

y te muestras astuto con los falsos.




28 Porque tú salvas al pueblo oprimido

y humillas los ojos altaneros,

29 tú eres mi lámpara, Señor;

Dios mío, tú iluminas mis tinieblas.




30 Contigo puedo atacar a un tropel;

con mi Dios, puedo asaltar una muralla.




31 El camino de Dios es perfecto,

la promesa del Señor es digna de confianza.

El Señor es un escudo para los que se refugian en él,

32 porque ¿quién es Dios fuera del Señor?

¿y quién es la Roca fuera de nuestro Dios?




33 Él es el Dios que me ciñe de valor

y hace intachable mi camino;

34 el que me da la rapidez de un ciervo

y me afianza en las alturas;

35 el que adiestra mis manos para la guerra

y mis brazos para tender el arco de bronce.




36 Me entregaste tu escudo victorioso

y tu mano derecha me sostuvo;

me engrandeciste con tu triunfo,

37 me hiciste dar largos pasos,

y no se doblaron mis tobillos.




38 Perseguí y alcancé a mis enemigos,

no me volví hasta que fueron aniquilados;

39 los derroté y no pudieron rehacerse,

quedaron abatidos bajo mis pies.




40 Tú me ceñiste de valor para la lucha,

doblegaste ante mí a mis agresores;

41 pusiste en fuga a mis enemigos,

y yo exterminé a mis adversarios.




42 Imploraron, pero nadie los salvó;

gritaban al Señor, pero no les respondía.




43 Los deshice como polvo de la tierra,

los pisé como el barro de las calles.




44 Tú me libraste de un ejército incontable

y me pusiste al frente de naciones,

pueblos extraños son mis vasallos.




45 Gente extranjera me rinde pleitesía;

apenas me oyen nombrar, me prestan obediencia.

46 Los extranjeros palidecen ante mí

y, temblando, abandonan sus refugios.




47 ¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!

¡Glorificado sea Dios,la Roca de mi salvación,

48 el Dios que venga mis agravios

y pone a los pueblos a mis pies!

49 Tú me liberas de mis enemigos,

me haces triunfar de mis agresores

y me libras del hombre violento.




50 Por eso te alabaré entre las naciones

y cantaré, Señor, en honor de tu Nombre.




51 Él concede grandes victorias a su rey

y trata con fidelidad a su Ungido,

a David y a su descendencia para siempre.



En otras páginas aparece como Salmo 18-

Salmo 18: el canto de David después de salvarle Dios de Saúl







HABLEMOS DE LA BIBLIA, CON IRIT GREEN – Del maestro de coro. De David, el servidor del Señor, que entonó este canto cuando el Señor lo libró de caer en manos de Saúl y de todos sus enemigos. Él dijo:

18 Tú, Señor, eres mi fuerza;
¡yo te amo!
Tú eres mi protector,
mi lugar de refugio,
mi libertador,
mi Dios,
la roca que me protege,
mi escudo,
el poder que me salva,
mi más alto escondite.
Tú, Señor, eres digno de alabanza:
cuando te llamo, me salvas de mis enemigos.
La muerte me enredó en sus lazos;
sentí miedo ante el torrente destructor.
La muerte me envolvió en sus lazos;
¡me encontré en trampas mortales!
En mi angustia llamé al Señor,
pedí ayuda a mi Dios,
y él me escuchó desde su templo;
¡mis gritos llegaron a sus oídos!
Hubo entonces un fuerte temblor de tierra:
los montes se estremecieron hasta sus bases;
fueron sacudidos por la furia del Señor.
De su nariz brotaba humo,
y de su boca un fuego destructor;
¡por la boca lanzaba carbones encendidos!
Descorrió la cortina del cielo, y descendió.
¡Debajo de sus pies había grandes nubarrones!
Montó en un ser alado, y voló
deslizándose sobre las alas del viento.
Tomó como escondite,
como tienda de campaña,
la densa oscuridad que lo rodeaba
y los nubarrones cargados de agua.
Un fulgor relampagueante salió de su presencia;
brotaron de las nubes granizos y carbones encendidos.
El Señor, el Altísimo,
hizo oír su voz de trueno desde el cielo;
granizos y carbones encendidos.
Lanzó sus rayos como flechas,
y a mis enemigos hizo huir en desorden.
El fondo del mar quedó al descubierto;
las bases del mundo quedaron a la vista
por la voz amenazante del Señor,
por el fuerte soplo que lanzó.
Dios me tendió la mano desde lo alto,
y con su mano me sacó del mar inmenso.
Me salvó de enemigos poderosos
que me odiaban y eran más fuertes que yo.
Me atacaron cuando yo estaba en desgracia,
pero el Señor me dio su apoyo:
me sacó a la libertad;
¡me salvó porque me amaba!
El Señor me ha dado la recompensa
que merecía mi limpia conducta,
pues yo he seguido el camino del Señor;
¡jamás he renegado de mi Dios!
Yo tengo presentes todos sus decretos;
¡jamás he rechazado sus leyes!
Me he conducido ante él sin tacha alguna;
me he alejado de la maldad.
El Señor me ha recompensado
por mi limpia conducta en su presencia.
Tú, Señor, eres fiel con el que es fiel,
irreprochable con el que es irreprochable,
sincero con el que es sincero,
pero sagaz con el que es astuto.
Tú salvas a los humildes,
pero humillas a los orgullosos.
Tú, Señor, me das luz;
tú, Dios mío, alumbras mi oscuridad.
Con tu ayuda atacaré al enemigo,
y sobre el muro de sus ciudades pasaré.
El camino de Dios es perfecto;
la promesa del Señor es digna de confianza;
¡Dios protege a cuantos en él confían!
¿Quién es Dios, fuera del Señor?
¿Qué otro dios hay que pueda protegernos?
Dios es quien me da fuerzas,
quien hace intachable mi conducta,
quien me da pies ligeros, como de ciervo,
quien me hace estar firme en las alturas,
quien me entrena para la batalla,
quien me da fuerzas para tensar arcos de bronce.
Tú me proteges y me salvas,
me sostienes con tu mano derecha;
tu bondad me ha hecho prosperar.
Has hecho fácil mi camino,
y mis pies no han resbalado.
Perseguí a mis enemigos y los alcancé,
y sólo volví después de destruirlos.
Los hice pedazos. Ya no se levantaron.
¡Cayeron debajo de mis pies!
Tú me diste fuerza en la batalla;
hiciste que los rebeldes se inclinaran ante mí,
y que delante de mí huyeran mis enemigos.
Así pude destruir a los que me odiaban.
Pedían ayuda, y nadie los ayudó;
llamaban al Señor, y no les contestó. 
¡Los deshice como a polvo que se lleva el viento!
¡Los pisoteé como a barro de las calles!
Me libraste de un pueblo rebelde,
me hiciste jefe de naciones
y me sirve gente que yo no conocía.
En cuanto me oyen, me obedecen;
gente extranjera me halaga,
gente extranjera se acobarda
y sale temblando de sus refugios.
¡Viva el Señor! ¡Bendito sea mi protector!
¡Sea enaltecido Dios mi salvador!
Él es el Dios que me ha vengado
y que me ha sometido los pueblos.
Él me salva de la furia de mis enemigos,
de los rebeldes que se alzaron contra mí.
¡Tú, Señor, me salvas de los hombres violentos!
Por eso te alabo entre las naciones
y canto himnos a tu nombre.
Concedes grandes victorias al rey que has escogido;
siempre tratas con amor a David y a su descendencia.









1 Del maestro de coro. Del siervo de Yahveh, David, que dirigió a Yahveh las palabras de este cántico el día en que Yahveh le libró de todos sus enemigos y de las manos de Saúl.
2 Dijo:
Yo te amo, Yahveh, mi fortaleza, (mi salvador, que de la violencia me has salvado).
3 Yahveh, mi roca y mi baluarte, mi liberador, mi Dios; la peña en que me amparo, mi escudo y fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi refugio.
4 Invoco a Yahveh, que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos.
5 Las olas de la muerte me envolvían, me espantaban las trombas de Belial,
6 los lazos del seol me rodeaban, me aguardaban los cepos de la Muerte.
7 Clamé a Yahveh en mi angustia, a mi Dios invoqué; y escuchó mi voz desde su Templo, resonó mi llamada en sus oídos.
8 La tierra fue sacudida y vaciló, retemblaron las bases de los montes, (vacilaron bajo su furor);
9 una humareda subió de sus narices, y de su boca un fuego que abrasaba, (de él salían carbones encendidos).
10 El inclinó los cielos y bajó, un espeso nublado debajo de sus pies;
11 cabalgó sobre un querube, emprendió el vuelo, sobre las alas de los vientos planeó.
12 Se puso como tienda un cerco de tinieblas, tinieblas de las aguas, espesos nubarrones;
13 del fulgor que le precedía se encendieron granizo y ascuas de fuego.
14 Tronó Yahveh en los cielos, lanzó el Altísimo su voz;
15 arrojó saetas, y los puso en fuga, rayos fulminó y sembró derrota.
16 El fondo del mar quedó a la vista, los cimientos del orbe aparecieron, ante tu imprecación, Yahveh, al resollar el aliento en tus narices.
17 El extiende su mano de lo alto para asirme, para sacarme de las profundas aguas;
18 me libera de un enemigo poderoso, de mis adversarios más fuertes que yo.
19 Me aguardaban el día de mi ruina, más Yahveh fue un apoyo para mí;
20 me sacó a espacio abierto, me salvó porque me amaba.
21 Yahveh me recompensa conforme a mi justicia, me paga conforme a la pureza de mis manos;
22 porque he guardado los caminos de Yahveh, y no he hecho el mal lejos de mi Dios.
23 Porque tengo ante mí todos sus juicios, y sus preceptos no aparto de mi lado;
24 he sido ante él irreprochable, y de incurrir en culpa me he guardado.
25 Y Yahveh me devuelve según mi justicia, según la pureza de mis manos que tiene ante sus ojos.
26 Con el piadoso eres piadoso, intachable con el hombre sin tacha;
27 con el puro eres puro, con el ladino, sagaz;
28 tú que salvas al pueblo humilde, y abates los ojos altaneros.
29 Tú eres, Yahveh, mi lámpara, mi Dios que alumbra mis tinieblas;
30 con tu ayuda las hordas acometo, con mi Dios escalo la muralla.
31 Dios es perfecto en sus caminos, la palabra de Yahveh acrisolada. El es el escudo de cuantos a él se acogen.
32 Pues ¿quién es Dios fuera de Yahveh? ¿Quién Roca, sino sólo nuestro Dios?
33 El Dios que me ciñe de fuerza, y hace mi camino irreprochable,
34 que hace mis pies como de ciervas, y en las alturas me sostiene en pie,
35 el que mis manos para el combate adiestra y mis brazos para tensar arco de bronce.
36 Tú me das tu escudo salvador, (tu diestra me sostiene), tu cuidado me exalta,
37 mis pasos ensanchas ante mí, no se tuercen mis tobillos.
38 Persigo a mis enemigos, les doy caza, no vuelvo hasta haberlos acabado;
39 los quebranto, no pueden levantarse, sucumben debajo de mis pies.
40 Para el combate de fuerza me ciñes, doblegas bajo mí a mis agresores,
41 a mis enemigos haces dar la espalda, extermino a los que me odian.
42 Claman, mas no hay salvador, a Yahveh, y no les responde.
43 Los machaco como polvo al viento, como al barro de las calles los piso.
44 De las querellas de mi pueblo tú me libras, me pones a la cabeza de las gentes; pueblos que no conocía me sirven;
45 los hijos de extranjeros me adulan, son todo oídos, me obedecen,
46 los hijos de extranjeros desmayan, y dejan temblando sus refugios.
47 ¡Viva Yahveh, bendita sea mi roca, el Dios de mi salvación sea ensalzado,
48 el Dios que la venganza me concede y abate los pueblos a mis plantas!
49 Tú me libras de mis enemigos, me exaltas sobre mis agresores, del hombre violento me salvas.
50 Por eso he de alabarte entre los pueblos, a tu nombre, Yahveh, salmodiaré.
51 El hace grandes las victorias de su rey y muestra su amor a su ungido, a David y a su linaje para siempre.