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martes, 7 de febrero de 2017

Versiones del mismo salmo





Capítulo 22: 2 Samuél 22




Salmo de David




22 1 David dirigió al Señor las palabras de este canto, cuando el Señor lo libró de todos sus enemigos y de la mano de Saúl.




2 Él dijo:

Yo te amo, Señor, mi fuerza,

3 Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador,

mi Dios, el peñasco en que me refugio,

mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte,

mi salvador, que me libras de la violencia.




4 Yo invoco al Señor, que es digno de alabanza,

y quedo a salvo de mis enemigos.




5 Las olas de la Muerte me envolvieron,

me aterraron los torrentes devastadores,

6 me cercaron los lazos del Abismo,

las redes de la Muerte llegaron hasta mí.




7 Pero en mi angustia invoqué al Señor,

grité a mi Dios pidiendo auxilio,

y él escuchó mi voz desde su Templo,

mi grito llegó hasta sus oídos.




8 Entonces tembló y se tambaleó la tierra

vacilaron los fundamentos de las montañas,

y se conmovieron a causa de su furor;

9 de su nariz se alzó una humareda,

de su boca, un fuego abrasador,

y arrojaba carbones encendidos.




10 El Señor inclinó el cielo, y descendió

con un espeso nubarrón bajo sus pies;

11 montó en el Querubín y emprendió vuelo,

planeando sobre las alas del viento.

12 Se envolvió en un manto de tinieblas;

un oscuro aguacero y espesas nubes

lo cubrían como un toldo;

13 las nubes se deshicieron en granizo y centellas

al fulgor de su presencia.




14 El Señor tronaba desde el cielo,

el Altísimo hacía oír su voz;

15 arrojó flechas y los dispersó,

lanzó rayos y sembró la confusión.

16 Al proferir tus amenazas, Señor,

al soplar el vendaval de tu ira,

aparecieron los cauces del mar

y quedaron a la vista los cimientos del mundo.




17 El tendió su mano desde lo alto y me tomó,

me sacó de las aguas caudalosas;

18 me libró de mi enemigo poderoso,

de adversarios más fuertes que yo.




19 Ellos me enfrentaron en un día nefasto,

pero el Señor fue mi apoyo,

20 me sacó a un lugar espacioso,

me libró, porque me ama.

21 El Señor me recompensó por mi justicia,

me retribuyó por la inocencia de mis manos,

22 porque seguí fielmente los caminos del Señor,

y no me aparté de mi Dios, haciendo el mal;

23 porque tengo presente todas sus decisiones

y nunca me alejé de sus preceptos.




24 Tuve ante él una conducta irreprochable

y me esforcé por no ofenderlo.




25 El Señor me premió, porque yo era justo

y era inocente ante sus ojos.




26 Tú eres bondadoso con los buenos

y eres íntegro con el hombre intachable;

27 eres sincero con los que son sinceros

y te muestras astuto con los falsos.




28 Porque tú salvas al pueblo oprimido

y humillas los ojos altaneros,

29 tú eres mi lámpara, Señor;

Dios mío, tú iluminas mis tinieblas.




30 Contigo puedo atacar a un tropel;

con mi Dios, puedo asaltar una muralla.




31 El camino de Dios es perfecto,

la promesa del Señor es digna de confianza.

El Señor es un escudo para los que se refugian en él,

32 porque ¿quién es Dios fuera del Señor?

¿y quién es la Roca fuera de nuestro Dios?




33 Él es el Dios que me ciñe de valor

y hace intachable mi camino;

34 el que me da la rapidez de un ciervo

y me afianza en las alturas;

35 el que adiestra mis manos para la guerra

y mis brazos para tender el arco de bronce.




36 Me entregaste tu escudo victorioso

y tu mano derecha me sostuvo;

me engrandeciste con tu triunfo,

37 me hiciste dar largos pasos,

y no se doblaron mis tobillos.




38 Perseguí y alcancé a mis enemigos,

no me volví hasta que fueron aniquilados;

39 los derroté y no pudieron rehacerse,

quedaron abatidos bajo mis pies.




40 Tú me ceñiste de valor para la lucha,

doblegaste ante mí a mis agresores;

41 pusiste en fuga a mis enemigos,

y yo exterminé a mis adversarios.




42 Imploraron, pero nadie los salvó;

gritaban al Señor, pero no les respondía.




43 Los deshice como polvo de la tierra,

los pisé como el barro de las calles.




44 Tú me libraste de un ejército incontable

y me pusiste al frente de naciones,

pueblos extraños son mis vasallos.




45 Gente extranjera me rinde pleitesía;

apenas me oyen nombrar, me prestan obediencia.

46 Los extranjeros palidecen ante mí

y, temblando, abandonan sus refugios.




47 ¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!

¡Glorificado sea Dios,la Roca de mi salvación,

48 el Dios que venga mis agravios

y pone a los pueblos a mis pies!

49 Tú me liberas de mis enemigos,

me haces triunfar de mis agresores

y me libras del hombre violento.




50 Por eso te alabaré entre las naciones

y cantaré, Señor, en honor de tu Nombre.




51 Él concede grandes victorias a su rey

y trata con fidelidad a su Ungido,

a David y a su descendencia para siempre.



En otras páginas aparece como Salmo 18-

Salmo 18: el canto de David después de salvarle Dios de Saúl







HABLEMOS DE LA BIBLIA, CON IRIT GREEN – Del maestro de coro. De David, el servidor del Señor, que entonó este canto cuando el Señor lo libró de caer en manos de Saúl y de todos sus enemigos. Él dijo:

18 Tú, Señor, eres mi fuerza;
¡yo te amo!
Tú eres mi protector,
mi lugar de refugio,
mi libertador,
mi Dios,
la roca que me protege,
mi escudo,
el poder que me salva,
mi más alto escondite.
Tú, Señor, eres digno de alabanza:
cuando te llamo, me salvas de mis enemigos.
La muerte me enredó en sus lazos;
sentí miedo ante el torrente destructor.
La muerte me envolvió en sus lazos;
¡me encontré en trampas mortales!
En mi angustia llamé al Señor,
pedí ayuda a mi Dios,
y él me escuchó desde su templo;
¡mis gritos llegaron a sus oídos!
Hubo entonces un fuerte temblor de tierra:
los montes se estremecieron hasta sus bases;
fueron sacudidos por la furia del Señor.
De su nariz brotaba humo,
y de su boca un fuego destructor;
¡por la boca lanzaba carbones encendidos!
Descorrió la cortina del cielo, y descendió.
¡Debajo de sus pies había grandes nubarrones!
Montó en un ser alado, y voló
deslizándose sobre las alas del viento.
Tomó como escondite,
como tienda de campaña,
la densa oscuridad que lo rodeaba
y los nubarrones cargados de agua.
Un fulgor relampagueante salió de su presencia;
brotaron de las nubes granizos y carbones encendidos.
El Señor, el Altísimo,
hizo oír su voz de trueno desde el cielo;
granizos y carbones encendidos.
Lanzó sus rayos como flechas,
y a mis enemigos hizo huir en desorden.
El fondo del mar quedó al descubierto;
las bases del mundo quedaron a la vista
por la voz amenazante del Señor,
por el fuerte soplo que lanzó.
Dios me tendió la mano desde lo alto,
y con su mano me sacó del mar inmenso.
Me salvó de enemigos poderosos
que me odiaban y eran más fuertes que yo.
Me atacaron cuando yo estaba en desgracia,
pero el Señor me dio su apoyo:
me sacó a la libertad;
¡me salvó porque me amaba!
El Señor me ha dado la recompensa
que merecía mi limpia conducta,
pues yo he seguido el camino del Señor;
¡jamás he renegado de mi Dios!
Yo tengo presentes todos sus decretos;
¡jamás he rechazado sus leyes!
Me he conducido ante él sin tacha alguna;
me he alejado de la maldad.
El Señor me ha recompensado
por mi limpia conducta en su presencia.
Tú, Señor, eres fiel con el que es fiel,
irreprochable con el que es irreprochable,
sincero con el que es sincero,
pero sagaz con el que es astuto.
Tú salvas a los humildes,
pero humillas a los orgullosos.
Tú, Señor, me das luz;
tú, Dios mío, alumbras mi oscuridad.
Con tu ayuda atacaré al enemigo,
y sobre el muro de sus ciudades pasaré.
El camino de Dios es perfecto;
la promesa del Señor es digna de confianza;
¡Dios protege a cuantos en él confían!
¿Quién es Dios, fuera del Señor?
¿Qué otro dios hay que pueda protegernos?
Dios es quien me da fuerzas,
quien hace intachable mi conducta,
quien me da pies ligeros, como de ciervo,
quien me hace estar firme en las alturas,
quien me entrena para la batalla,
quien me da fuerzas para tensar arcos de bronce.
Tú me proteges y me salvas,
me sostienes con tu mano derecha;
tu bondad me ha hecho prosperar.
Has hecho fácil mi camino,
y mis pies no han resbalado.
Perseguí a mis enemigos y los alcancé,
y sólo volví después de destruirlos.
Los hice pedazos. Ya no se levantaron.
¡Cayeron debajo de mis pies!
Tú me diste fuerza en la batalla;
hiciste que los rebeldes se inclinaran ante mí,
y que delante de mí huyeran mis enemigos.
Así pude destruir a los que me odiaban.
Pedían ayuda, y nadie los ayudó;
llamaban al Señor, y no les contestó. 
¡Los deshice como a polvo que se lleva el viento!
¡Los pisoteé como a barro de las calles!
Me libraste de un pueblo rebelde,
me hiciste jefe de naciones
y me sirve gente que yo no conocía.
En cuanto me oyen, me obedecen;
gente extranjera me halaga,
gente extranjera se acobarda
y sale temblando de sus refugios.
¡Viva el Señor! ¡Bendito sea mi protector!
¡Sea enaltecido Dios mi salvador!
Él es el Dios que me ha vengado
y que me ha sometido los pueblos.
Él me salva de la furia de mis enemigos,
de los rebeldes que se alzaron contra mí.
¡Tú, Señor, me salvas de los hombres violentos!
Por eso te alabo entre las naciones
y canto himnos a tu nombre.
Concedes grandes victorias al rey que has escogido;
siempre tratas con amor a David y a su descendencia.









1 Del maestro de coro. Del siervo de Yahveh, David, que dirigió a Yahveh las palabras de este cántico el día en que Yahveh le libró de todos sus enemigos y de las manos de Saúl.
2 Dijo:
Yo te amo, Yahveh, mi fortaleza, (mi salvador, que de la violencia me has salvado).
3 Yahveh, mi roca y mi baluarte, mi liberador, mi Dios; la peña en que me amparo, mi escudo y fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi refugio.
4 Invoco a Yahveh, que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos.
5 Las olas de la muerte me envolvían, me espantaban las trombas de Belial,
6 los lazos del seol me rodeaban, me aguardaban los cepos de la Muerte.
7 Clamé a Yahveh en mi angustia, a mi Dios invoqué; y escuchó mi voz desde su Templo, resonó mi llamada en sus oídos.
8 La tierra fue sacudida y vaciló, retemblaron las bases de los montes, (vacilaron bajo su furor);
9 una humareda subió de sus narices, y de su boca un fuego que abrasaba, (de él salían carbones encendidos).
10 El inclinó los cielos y bajó, un espeso nublado debajo de sus pies;
11 cabalgó sobre un querube, emprendió el vuelo, sobre las alas de los vientos planeó.
12 Se puso como tienda un cerco de tinieblas, tinieblas de las aguas, espesos nubarrones;
13 del fulgor que le precedía se encendieron granizo y ascuas de fuego.
14 Tronó Yahveh en los cielos, lanzó el Altísimo su voz;
15 arrojó saetas, y los puso en fuga, rayos fulminó y sembró derrota.
16 El fondo del mar quedó a la vista, los cimientos del orbe aparecieron, ante tu imprecación, Yahveh, al resollar el aliento en tus narices.
17 El extiende su mano de lo alto para asirme, para sacarme de las profundas aguas;
18 me libera de un enemigo poderoso, de mis adversarios más fuertes que yo.
19 Me aguardaban el día de mi ruina, más Yahveh fue un apoyo para mí;
20 me sacó a espacio abierto, me salvó porque me amaba.
21 Yahveh me recompensa conforme a mi justicia, me paga conforme a la pureza de mis manos;
22 porque he guardado los caminos de Yahveh, y no he hecho el mal lejos de mi Dios.
23 Porque tengo ante mí todos sus juicios, y sus preceptos no aparto de mi lado;
24 he sido ante él irreprochable, y de incurrir en culpa me he guardado.
25 Y Yahveh me devuelve según mi justicia, según la pureza de mis manos que tiene ante sus ojos.
26 Con el piadoso eres piadoso, intachable con el hombre sin tacha;
27 con el puro eres puro, con el ladino, sagaz;
28 tú que salvas al pueblo humilde, y abates los ojos altaneros.
29 Tú eres, Yahveh, mi lámpara, mi Dios que alumbra mis tinieblas;
30 con tu ayuda las hordas acometo, con mi Dios escalo la muralla.
31 Dios es perfecto en sus caminos, la palabra de Yahveh acrisolada. El es el escudo de cuantos a él se acogen.
32 Pues ¿quién es Dios fuera de Yahveh? ¿Quién Roca, sino sólo nuestro Dios?
33 El Dios que me ciñe de fuerza, y hace mi camino irreprochable,
34 que hace mis pies como de ciervas, y en las alturas me sostiene en pie,
35 el que mis manos para el combate adiestra y mis brazos para tensar arco de bronce.
36 Tú me das tu escudo salvador, (tu diestra me sostiene), tu cuidado me exalta,
37 mis pasos ensanchas ante mí, no se tuercen mis tobillos.
38 Persigo a mis enemigos, les doy caza, no vuelvo hasta haberlos acabado;
39 los quebranto, no pueden levantarse, sucumben debajo de mis pies.
40 Para el combate de fuerza me ciñes, doblegas bajo mí a mis agresores,
41 a mis enemigos haces dar la espalda, extermino a los que me odian.
42 Claman, mas no hay salvador, a Yahveh, y no les responde.
43 Los machaco como polvo al viento, como al barro de las calles los piso.
44 De las querellas de mi pueblo tú me libras, me pones a la cabeza de las gentes; pueblos que no conocía me sirven;
45 los hijos de extranjeros me adulan, son todo oídos, me obedecen,
46 los hijos de extranjeros desmayan, y dejan temblando sus refugios.
47 ¡Viva Yahveh, bendita sea mi roca, el Dios de mi salvación sea ensalzado,
48 el Dios que la venganza me concede y abate los pueblos a mis plantas!
49 Tú me libras de mis enemigos, me exaltas sobre mis agresores, del hombre violento me salvas.
50 Por eso he de alabarte entre los pueblos, a tu nombre, Yahveh, salmodiaré.
51 El hace grandes las victorias de su rey y muestra su amor a su ungido, a David y a su linaje para siempre.

domingo, 4 de diciembre de 2016

El Cantar de los Cantares (versión original)



Cantar de los Cantares (hebreo שִׁיר הַשִּׁירִים, Shir Hashirim), conocido también como Cantar de Salomón o Cantar de los Cantares de Salomón, es uno de los libros de la Biblia y del Tanaj.

La construcción "Cantar de los Cantares" tiene valor superlativo, análogo al de otras expresiones como "Rey de reyes" (Ez 26,7; Dn 2, 37), "Libro de los libros", "Santo de los santos" o Sábado de sábados. Este honroso tratamiento implica reputarlo "El Cantar por excelencia", superior a todos los demás y el singular y el excelso entre los de su misma textura. El nombre, concretamente, dimana del capítulo 1 versículo 1 ("La canción superlativa que es de Salomón") "la canción de las canciones".

En la Biblia hebrea encabeza los libros llamados megillot y se ubica entre Rut y Eclesiastés. En la Biblia cristiana católica se encuentra entre Eclesiastés y Sabiduría. En la Biblia cristiana protestante se encuentra ubicado entre los libros de Eclesiastés e Isaías.

Trata de dos amantes, un joven pastor y una sulamita, que han sido obligados a separarse, que se buscan con desesperación, declaman su amor en una forma poética altamente sofisticada, se reúnen y vuelven a separarse, siempre con la profunda esperanza de volver a estar juntos para siempre, apoyándose en la antigua premisa de que "el amor siempre triunfa"
Se trata de una obra dramático-lírica. Generalmente se niega que tenga carácter histórico.
Se lo interpreta tanto en sentido literal (amor conyugal o esponsal manifestando el modo querido por  Dios para su concupiscencia) como en sentido alegórico para el cual la obra canta las bodas místicas del Señor con su pueblo escogido, o de Dios con la sabiduría. Existen también interpretaciones cabalísticas.

La división más moderna y aceptada es la siguiente, que consta de un prólogo, cinco poemas y dos apéndices:
  • El prólogo (1, 2-4)
  • Primer canto (1, 5 - 2,7)
  • Segundo canto (2, 8 - 3, 5)
  • Tercer canto (3, 6 - 5, 1)
  • Cuarto canto (5, 2 - 6, 3)
  • Quinto canto (6, 4 - 8, 7)
Hay dos apéndices añadidos con posterioridad (8, 8-14)


Cantares
Capítulo 1
de La Biblia



1 Canción de canciones, la cual es de Salomón.
2 ¡Oh si él me besara con ósculos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino.
3 Por el olor de tus suaves ungüentos, (Ungüento derramado es tu nombre) Por eso las doncellas te amaron.
4 Llévame en pos de ti, correremos. Metióme el rey en sus cámaras: Nos gozaremos y alegraremos en ti; Acordarémonos de tus amores más que del vino: Los rectos te aman.
5 Morena soy, oh hijas de Jerusalem, mas codiciable; como las cabañas de Cedar, como las tiendas de Salomón.
6 No miréis en que soy morena, Porque el sol me miró. Los hijos de mi madre se airaron contra mí, Hiciéronme guarda de viñas; Y mi viña, que era mía, no guardé.
7 Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma, dónde repastas, dónde haces tener majada al medio día: Porque, ¿por qué había yo de estar como vagueando tras los rebaños de tus compañeros?
8 Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres, Sal, yéndote por las huellas del rebaño, Y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores.
9 A yegua de los carros de Faraón Te he comparado, amiga mía.
10 Hermosas son tus mejillas entre los pendientes, Tu cuello entre los collares.
11 Zarcillos de oro te haremos, Con clavos de plata.
12 Mientras que el rey estaba en su reclinatorio, Mi nardo dio su olor.
13 Mi amado es para mí un manojito de mirra, Que reposa entre mis pechos.
14 Racimo de copher en las viñas de Engadi Es para mí mi amado.
15 He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; He aquí que eres bella: tus ojos de paloma.
16 He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y suave: Nuestro lecho también florido.
17 Las vigas de nuestra casa son de cedro, Y de ciprés los artesonados.


Capítulo 2
de La Biblia



1 Yo soy la rosa de Sarón, Y el lirio de los valles.
2 Como el lirio entre las espinas, Así es mi amiga entre las doncellas.
3 Como el manzano entre los árboles silvestres, Así es mi amado entre los mancebos: Bajo la sombra del deseado me senté, Y su fruto fue dulce en mi paladar.
4 Llevóme a la cámara del vino, Y su bandera sobre mí fue amor.
5 Sustentadme con frascos, corroboradme con manzanas, porque estoy enferma de amor.
6 Su izquierda esté debajo de mi cabeza, Y su derecha me abrace.
7 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalem, Por las gamas y por las ciervas del campo, Que no despertéis ni hagáis velar al amor hasta que quiera.
8 ¡La voz de mi amado! He aquí él viene saltando sobre los montes, brincando sobre los collados.
9 Mi amado es semejante al gamo, o al cabrito de los ciervos. Helo aquí, está tras nuestra pared, ,mirando por las ventanas, mostrándose por las rejas.
10 Mi amado habló, y me dijo: Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y vente.
11 Porque he aquí ha pasado el invierno, Hase mudado, la lluvia se fue;
12 Hanse mostrado las flores en la tierra, El tiempo de la canción es venido, Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola;
13 La higuera ha echado sus higos, Y las vides en cierne dieron olor: Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y vente.
14 Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.
15 Cazadnos las zorra, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas, puesto que nuestras viñas están en cierne.
16 Mi amado es mío, y yo suya; El apacienta entre lirios.
17 Hasta que apunte el día, y huyan las sombras, Tórnate, amado mío; sé semejante al gamo, ó al cabrito de los ciervos, Sobre los montes de Bether.


Cantares
Capítulo 3
de La Biblia



1 Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma: Busquélo, y no lo hallé.
2 Levantaréme ahora, y rodearé por la ciudad; Por las calles y por las plazas Buscaré al que ama mi alma: Busquélo, y no lo hallé.
3 Halláronme los guardas que rondan la ciudad, Y díjeles: ¿Habéis visto al que ama mi alma?
4 Pasando de ellos un poco, Hallé luego al que mi alma ama: Trabé de él, y no lo dejé, Hasta que lo metí en casa de mi madre, Y en la cámara de la que me engendró.
5 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalem, Por las gamas y por las ciervas del campo, que no despertéis ni hagáis velar al amor, hasta que quiera.
6 ¿Quién es esta que sube del desierto como columnita de humo, sahumada de mirra y de incienso, y de todos polvos aromáticos?
7 He aquí es la litera de Salomón: Sesenta valientes la rodean, De los fuertes de Israel.
8 Todos ellos tienen espadas, diestros en la guerra; Cada uno su espada sobre su muslo, por los temores de la noche.
9 El rey Salomón se hizo una carroza De madera del Líbano.
10 Sus columnas hizo de plata, su respaldo de oro, su cielo de grana, su interior enlosado de amor, por las doncellas de Jerusalem.
11 Salid, oh doncellas de Sión, y ved al rey Salomón Con la corona con que le coronó su madre el día de su desposorio, Y el día del gozo de su corazón.


Capítulo 4
de La Biblia



1 He aquí que tú eres hermosa, amiga mía, he aquí que tú eres hermosa; Tus ojos entre tus guedejas como de paloma; Tus cabellos como manada de cabras, Que se muestran desde el monte de Galaad.
2 Tus dientes, como manadas de trasquiladas ovejas, Que suben del lavadero, Todas con crías mellizas, y ninguna entre ellas estéril.
3 Tus labios, como un hilo de grana, y tu habla hermosa; tus sienes, como cachos de granada en la parte de adentro de tus guedejas.
4 Tu cuello, como la torre de David, edificada para muestra; mil escudos están colgados de ella, todos escudos de valientes.
5 Tus dos pechos, como dos cabritos mellizos de gama, que son apacentados entre azucenas.
6 Hasta que apunte el día y huyan las sombras, Iréme al monte de la mirra, Y al collado del incienso.
7 Toda tú eres hermosa, amiga mía y en ti no hay mancha.
8 Conmigo del Líbano, oh esposa. Conmigo ven del Líbano: Mira desde la cumbre de Amana, desde la cumbre de Senir y de Hermón, desde las guaridas de los leones, desde los montes de los tigres.
9 Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía; Has preso mi corazón con uno de tus ojos, con una gargantilla de tu cuello.
10 ¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía! ¡Cuánto mejores que el vino tus amores, y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!
11 Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; miel y leche hay debajo de tu lengua; Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.
12 Huerto cerrado eres, mi hermana, esposa mía; fuente cerrada, fuente sellada.
13 Tus renuevos paraíso de granados, con frutos suaves, de cámphoras y nardos,
14 Nardo y azafrán, Caña aromática y canela, con todos los árboles de incienso; Mirra y aloes, con todas las principales especias.
15 Fuente de huertos, pozo de aguas vivas, que corren del Líbano.
16 Levántate, Aquilón, y ven, Austro: Sopla mi huerto, despréndanse sus aromas. Venga mi amado a su huerto, y coma de su dulce fruta.
Capítulo 5
de La Biblia



1 Yo vine a mi huerto, oh hermana, esposa mía: Cogido he mi mirra y mis aromas; He comido mi panal y mi miel, mi vino y mi leche he bebido. Comed, amigos; Bebed, amados, y embriagaos.
2 Yo dormía, pero mi corazón velaba: La voz de mi amado que llamaba: Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía; Porque mi cabeza está llena de rocío, mis cabellos de las gotas de la noche.
3 Heme desnudado mi ropa; ¿cómo la tengo de vestir? He lavado mis pies; ¿cómo los tengo de ensuciar?
4 Mi amado metió su mano por el agujero, Y mis entrañas se conmovieron dentro de mí.
5 Yo me levanté para abrir a mi amado, y mis manos gotearon mirra, y mis dedos mirra que corría sobre las aldabas del candado.
6 Abrí yo a mi amado; mas mi amado se había ido, había ya pasado: Y tras su hablar salió mi alma: Busquélo, y no lo hallé; llamélo, y no me respondió.
7 Halláronme los guardas que rondan la ciudad: Hiriéronme, llagáronme, Quitáronme mi manto de encima los guardas de los muros.
8 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalem, si hallareis a mi amado, que le hagáis saber cómo de amor estoy enferma.
9 ¿Qué es tu amado más que otro amado, Oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿Qué es tu amado más que otro amado, que así nos conjuras?
10 Mi amado es blanco y rubio, Señalado entre diez mil.
11 Su cabeza, como, oro finísimo; sus cabellos crespos, negros como el cuervo.
12 Sus ojos, como palomas junto á los arroyos de las aguas, que se lavan con leche, y a la perfección colocados.
13 Sus mejillas, como una era de especias aromáticas, como fragantes flores: Sus labios, como lirios que destilan mirra que trasciende.
14 Sus manos, como anillos de oro engastados de jacintos: Su vientre, como claro marfil cubierto de zafiros.
15 Sus piernas, como columnas de mármol fundadas sobre basas de fino oro: Su aspecto como el Líbano, escogido como los cedros.
16 Su paladar, dulcísimo: y todo él codiciable. Tal es mi amado, tal es mi amigo, Oh doncellas de Jerusalem.
Capítulo 6
de La Biblia



1 ¿Dónde se ha ido tu amado, Oh la más hermosa de todas las mujeres? ¿Adónde se apartó tu amado, y le buscaremos contigo?
2 Mi amado descendió a su huerto, a las eras de los aromas Para apacentar en los huertos, y para coger los lirios.
3 Yo soy de mi amado, y mi amado es mío: El apacienta entre los lirios.
4 Hermosa eres tú, oh amiga mía, como Tirsa; De desear, como Jerusalén; imponente como ejércitos en orden.
5 Aparta tus ojos de delante de mí, Porque ellos me vencieron. Tu cabello es como manada de cabras, Que se muestran en Galaad.
6 Tus dientes, como manada de ovejas Que suben del lavadero, Todas con crías mellizas, Y estéril no hay entre ellas.
7 Como cachos de granada son tus sienes entre tus guedejas.
8 Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas, y las doncellas sin cuento:
9 Mas una es la paloma mía, la perfecta mía; única es a su madre, escogida a la que la engendró. Viéronla las doncellas, y llamáronla bienaventurada las reinas y las concubinas, y la alabaron.
10 ¿Quién es esta que se muestra como el alba, hermosa como la luna, Esclarecida como el sol, imponente como ejércitos en orden?
11 Al huerto de los nogales descendí a ver los frutos del valle, Y para ver si brotaban las vides, si florecían los granados.
12 No lo supe: hame mi alma hecho como los carros de Amminadab.
13 Tórnate, tórnate, oh Sulamita; tórnate, tórnate, y te miraremos. ¿Qué veréis en la Sulamita? Como la reunión de dos campamentos.

Capítulo 7
de La Biblia



1 ¡Cuán hermosos son tus pies en los calzados, oh hija de príncipe! Los contornos de tus muslos son como joyas, Obra de mano de excelente maestro.
2 Tu ombligo, como una taza redonda, Que no le falta bebida. Tu vientre, como montón de trigo, Cercado de lirios.
3 Tus dos pechos, como dos cabritos ,mellizos de gama.
4 Tu cuello, como torre de marfil; tus ojos, como las pesqueras de Hesbón junto a la puerta de Bat-rabbim; tu nariz, como la torre del Líbano, que mira hacia Damasco.
5 Tu cabeza encima de ti, como el Carmelo; y el cabello de tu cabeza, como la púrpura del rey Ligada en los corredores.
6 ¡Qué hermosa eres, y cuán suave, Oh amor deleitoso!
7 Y tu estatura es semejante a la palma, y tus pechos a los racimos!
8 Yo dije: Subiré á la palma, Asiré sus ramos: y tus pechos serán ahora como racimos de vid, Y el olor de tu boca como de manzanas;
9 Y tu paladar como el buen vino, que se entra a mi amado suavemente, y hace hablar los labios de los viejos.
10 Yo soy de mi amado, y conmigo tiene su contentamiento.
11 Ven, oh amado mío, salgamos al campo, moremos en las aldeas.
12 Levantémonos de mañana a las viñas; Veamos si brotan las vides, si se abre el cierne, si han florecido los granados; allí te daré mis amores.
13 Las mandrágoras han dado olor, y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, nuevas y añejas. Que para ti, oh amado mío, he guardado.
Capítulo 8
de La Biblia



1 ¡Oh quién te me diese como hermano que mamó los pechos de mi madre; de modo que te halle yo fuera, y te bese, Y no me menosprecien!
2 Yo te llevaría, te metiera en casa de mi madre: Tú me enseñarías, y yo te hiciera beber vino Adobado del mosto de mis granadas.
3 Su izquierda esté debajo de mi cabeza, y su derecha me abrace.
4 Conjúroos, oh doncellas de Jerusalem, que no despertéis, ni hagáis velar al amor, hasta que quiera.
5 ¿Quién es esta que sube del desierto, Recostada sobre su amado? Debajo de un manzano te desperté: Allí tuvo tu madre dolores, allí tuvo dolores la que te parió.
6 Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo: porque fuerte es como la muerte el amor; duro como el sepulcro el celo: sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama.
7 Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre toda la hacienda de su casa por este amor, de cierto lo menospreciaran.
8 Tenemos una pequeña hermana, que no tiene pechos: ¿qué haremos a nuestra hermana cuando de ella se hablare?
9 Si ella es muro, Edificaremos sobre él un palacio de plata: Y si fuere puerta, la guarneceremos con tablas de cedro.
10 Yo soy muro, y mis pechos como torres, desde que fui en sus ojos como la que halla paz.
11 Salomón tuvo una viña en Baal-hamón, la cual entregó a guardas, cada uno de los cuales debía traer mil monedas de plata por su fruto.
12 Mi viña, que es mía, está delante de mí: Las mil serán tuyas, oh Salomón, Y doscientas, de los que guardan su fruto.
13 Oh tú la que moras en los huertos, Los compañeros escuchan tu voz: Házmela oír.
14 Huye, amado mío; Y sé semejante al gamo, o al cervatillo, Sobre las montañas de los aromas.